Si la persona fallecida no ha dejado ninguna instrucción al respecto (ya sea en un testamento o por cualquier otro medio), y su voluntad no puede ser presumida (ya sea por sus creencias religiosas o por sus manifestaciones en vida), la decisión sobre el destino del cuerpo y/o los rituales mortuorios a seguirse (entierro, cremación, etc.) corresponde, en forma excluyente a:
1. Cónyuge
2. Conviviente
3. Parientes según el orden sucesorio
Pero ninguna de estas personas podrá dar al cadáver un destino diferente al que presumiblemente habría dado el difunto, de haber podido expresar su voluntad, ni podrá ser contrarias a la moral o las buenas costumbres.
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